miércoles, 5 de mayo de 2010

Mayo, igual que el mes















Gran revuelo provocó la entrevista que sostuvo Julio Scherer con Ismael “El Mayo” Zambada, para el primero la materialización de su frase “si el Diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos”, para el segundo un espacio para decir libremente “me pueden agarrar en cualquier momento o nunca”.

Como es de esperarse para eventos de esa naturaleza es necesario contar con una invitación personal con todas las medidas de seguridad para ambos, me pregunto quién sería el más interesado en el encuentro; Scherer apelando a que lo único cierto es la muerte y su inquietud periodística se aventuró a seguir el protocolo desconocido para concretar lo que conocemos, relata el traslado, su espera, la triste condición de su acompañante con una existencia sin otro horizonte más allá del minuto siguiente al vivido y la recepción por parte del Mayo, quien le manifestó su interés en conocerlo y lo condujo a una silla donde almorzarían, ambos se sentaron frente a frente y comenzó la comunicación.

Según cuenta Scherer, el Mayo muy sencillo como cualquier capo – ironía para los otros – se refirió al monte como su estado natural, dándole énfasis a la tierra sobre el cielo y tocando superficialmente el tema de Vicente, su hijo, negándose a ser grabado, pero dando su palabra para hacerlo en otra ocasión, señaló a su entrevistador que Proceso informa más que todos, pero también miente, igual que todos, manifestando su pánico por ser encerrado y la posibilidad de matarse si llegara a estar en esa condición, a pesar de su encierro lejos de los suyos y la vida cotidiana, enfatizando su existencia repleta de miedo por cuarenta y cuatro años en el narcotráfico donde se inició “nomás” atraído por el dinero, poder y ansia de triunfo, reconoce que es perseguido con razón pero descalifica las acciones del ejército como emisarios del terror entonces presenta la fantasía de entregarse para ser fusilado y después de ese momento todo volvería a ser igual porque ya no son pocos los involucrados en el narcotráfico y los sucesores están por doquier, además de que el corazón del país tiene arraigada la corrupción.

Refirió Zambada que su actividad actual está en la agricultura y ganadería, pero sigue “trabajando” en negocios en Estados Unidos y mostró indiferencia ante la posibilidad de aparecer en las lista de la revista Forbes con los más ricos del mundo, habló de su relación cercana con el Chapo y desmintió su participación en la fuga de éste de Puente Grande así como del atentado en contra del Presidente que le atribuyen. En el entusiasmo del momento propone a Scherer la posibilidad de ver al Chapo y lo mejor, le propone tomarse una foto que queda como prueba del encuentro.

Un relato lleno de la cultura del narcotráfico en el país, se aprecia a una persona sensata, que sabe que su actividad no es correcta, pero en su moral no es mala, lo ha hecho por 44 años, reconoce que es perseguido y no se opone, pero cuestiona la corrupción de la que es testigo directo y critica la actuación del Estado en la guerra contra el narcotráfico, a la que se refiere como una guerra perdida por el gobierno. Destaca la referencia al miedo, tanto el que el narcotráfico genera como el que se crea desde el ejército, en un esquema tradicional este encuentro sería penado, pero en el desdoblamiento de la modernidad tiene cabida y la interpretación del derecho permite que la libertad de expresión llegue a esos niveles, volviendo a Zagrebelsky en el Derecho Dúctil, la ocasionalidad pone al narcotráfico entre los grupos reconocidos en el Estado.

Francisco Daniel

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