En la actualidad, ante la crisis del Estado, los ciudadanos no perciben que sus pretensiones respecto al pacto social hayan sido satisfechas por lo que el Estado benefactor ha sido desplazado por diversas fuerzas paralelas, en este esquema las grandes empresas, que nacieron como sociedades anónimas autorizadas por el Estado para cumplir cierto objeto social, consistente en un trabajo conjunto para un fin común con duración cierta, han potenciado sus actividades y alcances de su existencia como creaciones artificiales.
Como lo hace ver “The Corporation” la enmienda 14 de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica al referirse a la protección de las personas tenía implícito un principio de aplicación para las personas (humanas), no para las personas morales como ficciones jurídicas, que en estricto sentido debieran conducirse por reglas de moralidad, pero vemos hoy que no existe tal conciencia moral en sus políticas ni en sus actividades, pero han adquirido el grado de ciudadanos corporativos.
La regla de actuación de las corporaciones pareciera ser la obtención de ganancias sobre cualquier cosa, siendo permitido transgredir normas de convivencia social, morales y jurídicas, al analizar el contexto actual nos encontramos con la moderna ciencia de la explotación, donde los trabajadores sufren grandes daños, pero sus empleadores que no son individuos, sino organizaciones, están llenos de indiferencia ante la situación personal, por ejemplo tenemos las migraciones de empresas hacia países desesperados, donde se instalan y una vez desarrollada su labor o agotados los recursos vuelven a mudar sus intereses a un lugar con mayor rentabilidad, dejando atrás daños a la salud humana y al medio ambiente, como el daño a la biósfera que es un problema intergeneracional que compromete a los que aún no han nacido y deriva del rol institucional monstruoso de las corporaciones en su afán de saquear el planeta; las grandes empresas acuden de manera reiterada al engaño para tomar ventajas y beneficiarse económicamente mediante ganancias disfrazadas producto de la devastación, las corporaciones muestran su incapacidad para sentir culpa y pudieran ser etiquetados como criminales corporativos.
Al aplicar un test psicológico a las corporaciones, se les ubicó a la mayoría en el perfil de un psicópata, entonces, la economía mundial está siendo liderada por entes con afectaciones en su consciencia, siendo más grave lo relativo a la responsabilidad social de las corporaciones, porque en la misma línea pudiéramos considerarlas en estado de interdicción, entonces no tendrían responsabilidad sobre las consecuencias de su actuación por su incapacidad.
La evolución económica del mundo nos enseñó que en el medioevo las comunidades eran responsables colectivamente, producían para sostenerse mediante el autoconsumo, posteriormente vino la privatización de los espacios comunes que paulatinamente ha reducido lo que por naturaleza pertenece a todos. Ahí es rescatable el principal beneficio que hoy ofrecen las instituciones públicas, que no buscan ganancia, sus intereses están en el plano académico, cultural y de solidaridad hacia las personas.
Un tema preocupante es el nivel moral de las corporaciones, que en su intención de ganar consumidores, dirigen campañas publicitarias hacia la infancia, buscando en el fondo asegurar consumidores potenciales en el futuro bajo un esquema de individuos que no se detienen a reflexionar sobre lo que quieren o necesitan.
En esta dinámica observamos la disociación de las personas como comunidad para unirse en torno al consumismo, bajo el argumento falaz de la inevitabilidad de las corporaciones se construyen velos que simulan o maquillan la voracidad de su operación, tenemos por ejemplo los beneficios fiscales para las empresas autoproclamadas como socialmente responsables, cuando en aspecto su actuación se acerca más a los elementos fascistas que se incluyeron en las corporaciones durante la segunda guerra mundial, donde el despotismo se convirtió en una de las formas de asegurar ganancias.
La globalización como escenario mundial presenta grandes ventajas para las corporaciones, el Estado no puede controlarlas porque su naturaleza ha cambiado, ahora son entidades trasnacionales y la jurisdicción sobre ellas se enfrasca en discusiones de alto nivel. La construcción jurídica de las corporaciones es lo que las ha sostenido, pero en un esquema moderno, podríamos preguntarnos si es posible la democracia en un mundo corporativizado, parecieran posibles alternativas viables, una mejor revolución industrial donde el propósito sea lograr el desarrollo sin causar daños colaterales. Podría pensarse en un cambio de paradigma, intentando hacer las cosas de la mejor manera posible, no podemos desconfiar en la capacidad de las personas, que hasta ahora, unidas han logrado triunfos en pequeñas batallas, pero parecen perder la guerra.
Francisco Daniel
domingo, 9 de mayo de 2010
La imagen del poder en nuestros días
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