miércoles, 28 de abril de 2010

OK Metrópolis



Estaba en mis notas por pasar, la presión me invade y por fin lo que escribí ve la luz al final del túnel y dice algo así:

La película Metrópolis me trajo más que reflexiones simbólicas, podemos ver los engranes que mueven la vida cotidiana, cientos de obreros que van en un mismo rumbo y tampoco van porque lo hacen porque si; pero la inocencia infantil guiada por una bella mujer de nombre María - ¿lo vinculamos con la religión? – ubican a esta clase en el mismo nivel que la burguesía y como si se tratara de una historia de amor Freder, se rinde ante los encantos de María – ya no es tan religioso el símbolo – y decide seguirla en su descenso al inframundo, como si fuera tras el conejo blanco que seguía Alicia; al parecer Freder nunca se había asombrado y queda perplejo ante la grandeza de las máquinas y su operación, donde tiene oportunidad de ver un accidente que acaba con la vida de varios obreros, que son reemplazados como si fueran refacciones.

Ante su atormentada alma Freder busca apoyo en su padre, John Fredersen, master of Metrópolis, que le explica que los accidentes son inevitables y así es la vida de esa ciudad vertical, enfrentando el tabú de Freder para bajar a las máquinas con su curiosidad, después de ver tantos obreros me pregunto si las manos que construyeron la Metrópolis son tomados en cuenta, al parecer nunca, eso es combustible para la rebelión desde mi perspectiva. John Fredersen al descubrir una conspiración se sorprende por ver vulnerada su seguridad.

Una frase me sorprendió, fue cuando el obrero le dijo a Freder “alguien se debe quedar en la máquina” ¿por qué limitar la libertad así?, ¿vivimos para trabajar?. Luego tenemos al inventor que se empeña en crear una máquina con forma humana que no se canse ni se equivoque ¿a dónde quiere llegar?, seguramente al fin de los trabajadores ¿y las consecuecias?, pero ésto se hace grave al existir una conspiración de los trabajadores en la clandestinidad, misma que cuestiona a la autoridad y hace ver a los participantes que son torturados, persuadiéndolos poco a poco hacia la necesidad de conocer para salir de la represión. La metáfora de la Torre de Babel es adecuada al retratar la grandeza humana, pero como bien lo señala, los constructores no conocían los planes de quienes la concibieron, mismos que simplemente no se preocupan por las manos que dan forma a los sueños, naciendo en este punto la idea Aristotélica del justo medio y le llaman “Mediador”, el corazón entre las manos y el cerebro.

La sustitución de María por un robot impostor – leyeron bien – para engañar a los obreros y que se destruyan a si mismos me pareció algo novedoso para la época en la que fue filmada (1927), convenciéndolos de destruir todo, creando un enfrentamiento entre esclavos de las máquinas contra las mismas máquinas, ¿qué sería mejor para sus fines? ¿detenerlas o destruirlas?, pero no esperaban que el amo de Metrópolis inundaría la ciudad de los obreros, que enardecidos por destruir todo dejaron a sus hijos olvidados, pero una vez más María, la verdadera, salió al rescate de todos.

Cerramos con el sentimiento que crea el temor de un padre por no saber de su hijo y la manera en que se ve igual a los demás por compartir el mismo dolor, cae el ingenio malvado y en esa época si se encontraron las manos, el corazón y el cerebro. Si la ficción de la Metrópolis y los robots nos alcanzó, ¿también llegará ese afortunado encuentro?.

Gracias Rich por la versión musicalizada por Radiohead.

Referencia:
Metropolis. Fritz Lang.

Francisco Daniel

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