En el análisis del tránsito de la premodernizad a la modernidad, encontramos las Cartas fundantes del Estado Nación en sus diversos matices alrededor del planeta; la línea cronológica nos remonta al Reino Unido en 1215, cuando la nobleza se reunió para imponer La Carta Magna a su Monarca Juan Sin Tierra, dejándonos el primer documento que limitó la actuación del soberano, quien a partir de ese momento tuvo que ajustar su actuación a lo pactado con su pueblo, dejando como herencia el parlamentarismo; los Estados Unidos de Norteamérica recogieron algunos de esos principios y en 1776 concibieron la primer Constitución moderna, legando el federalismo, enarbolando principios liberales, dejando entrever el primer sistema de control de la constitucionalidad de los actos de autoridad; poco después los franceses al vivir el año 1789 brindaron el garantismo con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aunque Olympe de Gouges haría ver más tarde el corte misógino del documento, pagando con la sangre de su cuello el precio de su atrevimiento; después llegaron en cascada movimientos como la Revolución Bolchevique en la URSS (1907) con la igualdad como presupuesto de existencia, la Constitución de Weimar en Alemania (1919) que sirvió de transición del feudalismo arraigado al nacional socialismo instituido por la confusión.
México, tuvo varios intentos antes de conseguir subirse al tren de la modernidad, pero fue, como el título de la obra de teatro, 1824 el año en que fuimos imperio, cuando se firmó el llamado por Burgoa “Derecho Primario Mexicano”, el Acta Constitutiva de la Nación Mexicana y la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, ambos documentos sentaron los principios de la nueva imagen de México ante sus habitantes y ante los demás Estados, pero los movimientos vertiginosos y la inestabilidad política de la época nos llevó por sendas imperiales, presidenciales, federalistas, centralistas, bicamerales, unicamerales, corriendo en el tiempo 1836, 1843, 1847 y el intento mejor logrado se concretó en 1857 con la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, comparándonos con los demás países mencionados vemos que no se aportaron elementos nuevos para el mundo, pero es loable resaltar que logramos hacer un conglomerado de disposiciones constitucionales basadas en modelos extranjeros y se les dotó de la idiosincrasia mexicana.
Las Constituciones fijan relaciones temporales y tienen tiempos, en el pasado formaron Estados, en el presente reforman Estados y en el futuro transformarán a los Estados; de ahí que la idea de Constitución sea temporal y tenga pretensiones de permanencia, como el término “nación” en el artículo 27 constitucional, donde aparece con N mayúscula, en alguna ocasión románticamente me dijeron que así se escribía por ser un término sociológico que abarca a los nacidos y los que nacerán en territorio mexicano; hoy cualquier Constitución ante los ojos de occidente debe garantizar los derechos humanos y establecer un sistema orgánico de actuación Estatal, de no cumplir con estas condiciones se cuestiona su origen, teleología y legitimidad.
La identidad como sistema de unión se enfoca en reconocernos en los otros al compartir elementos comunes, aumentando nuestra seguridad, comúnmente se utilizan íconos que fomentan la cohesión, dejo para la reflexión a la Virgen de Guadalupe, podrán existir mexicanos que no crean en la religión católica, pero vaya que la morenita del Tepeyac nos identifica como Nacionales.
Francisco Daniel.
jueves, 18 de marzo de 2010
La Constitución, tiempos e identidad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario