Es difícil elegir las primeras palabras para iniciar cualquier cosa, generalmente se recurre a un saludo, alguna cita de una frase célebre o cualquier figura retórica contundente; en este caso haré de lado esas prácticas comunes y simplemente hablaré de lo que aprendí en las primeras cuatro clases de Teoría Jurídica Contemporánea II con el Dr. Federico Arce Navarro.
Como buen estudiante en el primer día de clases, llegué con tiempo sobrado al salón en compañía de buenos compañeros del semestre anterior, ahora amigos, quienes compartían conmigo esa sensación de incertidumbre sobre la materia y el profesor en turno, quien por el nombre de la clase, parecería ser el receptor de la estafeta del maestro de teoría jurídica contemporánea I. Vaya sorpresa que tuve cuando apareció Federico Arce e inició su clase cuestionando el nombre de la materia y la necesidad de usar el término “contemporáneo”, preguntándonos sobre las referencias temporales y el parámetro para establecerlas, dejándonos además como tarea ver la película “El señor de las moscas”, sembrando bastantes interrogantes en cada uno después de escucharlo, lo digo por las expresiones de mis colegas al salir del salón.
Llegó la segunda clase, con ella, el primer enunciado que nos dio mucho para pensar, lo reproduzco citando textualmente mis apuntes “primer enunciado inolvidable del curso: la realidad es una construcción social”. A partir de esa afirmación, fuimos ligando una serie de ideas, que al leerlas y reflexionar sobre ellas, parecen ser más que simples explicaciones de lo que conocemos o pretendemos entender. El tercer encuentro trajo más preguntas al referirnos a los conceptos razón, símbolo, sujetos, subjetividades, consenso, objetivación y otros; en particular llamó mi atención la idea de que la conciencia produce como sensaciones la soledad, vulnerabilidad y fragilidad, tres elementos que en conjunto percibimos como miedo y a partir de él se construye por consenso la realidad, esto con la finalidad de brindar certeza al individuo, que al contrastarlo con los semejantes puede reforzarla o derrumbarla. Para cerrar la semana, recapitulamos y aparecieron dos conceptos más, poder y falsiabilidad, terminando el día con las cuatro percepciones de la persona.
Entiendo que este esfuerzo para definir nuestra posición en el mundo respecto a uno mismo, frente a los demás y la manera en que se crea el conocimiento, busca sentar la base sobre la que nos ubicaremos para acercarnos a las ideas de diversos autores representativos de las distintas corrientes del pensamiento jurídico, despertando en los llamados “jurisgametos” (incluyéndome) la reflexión y necesidad de plasmar aquello que venga a la mente respecto a cualquier aspecto de la vida, una vez que llevemos a cabo ese ejercicio mental; cuestiones que trataremos en este espacio a lo largo del semestre y por tiempo indefinido, espero, por lo que queda abierta esta puerta de comunicación para aquellos que sigan las líneas subsecuentes con o sin regularidad.
Francisco Daniel.
jueves, 11 de febrero de 2010
Inauguración del barco Jurisgameto.
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mi querido licenciado, siempre es un placer hablar con usted y aseguro que también será leerlo, seré frecuente visitante de su blog.
ResponderEliminar¡Bienvenido a lo que Deveraux enunció como "en un universo sin etér, no hay asidero posible"! Del cómodo universo de la objetividad se pasa a la realidad como una construcción social y a la angustia existencial de que nunca conoceremos realmente al Otro, pues lo percibimos tal y como lo queremos construir. Bien pensado, esto es maravilloso pues nos hace considerar el diálogo como nuestra mejor estrategia de convivencia, valorar lo que compartimos y reivindicar la diferencia como aquello que enriquece nuestra limitada experiencia individual.
ResponderEliminarAsí que celebro enormemente que inicies este diálogo, con la honestidad y generosidad que te caracteriza,sobre el reconocimiento de la realidad como constructo que a fin de cuentas es el proceso de construirse una o uno mismo como persona y que no muchas y muchos tienen el valor de enfrentar.
Un abrazo.